Política, economía, sociedad, amor, vida y muerte. ¿Algo más? También.

martes, 20 de diciembre de 2011

El chino de enfrente de mi casa


Enfrente de mi casa tengo el Wok Lin. Haciendo esquina el Café Paris, y una calle más allá, un restaurant italiano lleno de carbohidratos. En mi edificio conviven españoles, latinoamericanos, árabes y rumanos.
Podría llegar a pensar que en un barrio lleno de posibilidades culturales, puedo elegir entre comerme un crepe, una pizza con pepperoni o un rollito primavera sin ser juzgada; pero la semana pasada una conocida árabe me trajo de su tierra una chilaba, y aún no me he atrevido a ponérmela más allá de la puerta de entrada de mi casa por, y lo admito, no querer ser reconocida como una de ellas.
Y aún así, al ir hasta el supermercado, tengo que pasar por una tienda árabe donde no te atienden si no eres hombre (a pesar de que son las mujeres las que cocinan), y que sirve como un centro de reunión en el que se dedican a decirme obscenidades a mí y a todas las mujeres que osan ir vestidas a la manera occidental.
Eso no es todo, porque enfrente del supermercado hay un almacén de frutas y verduras de propietarios españoles en el que tienen preferencia las señoras mayores que siempre vivieron en el pueblo, porque parecería que los extranjeros no tienen tanto derecho a comer lechuga o naranjas.
Un poco más allá hay un colegio, y enfrente una plaza. Nunca me animé a adentrarme más de dos veces allí, donde la música típica rumana inunda los bancos y los columpios. Con una vez en la que me vi rodeada de unos diez o doce rumanos que me insultaron y me dijeron cosas incomprensibles para mi castellano, me alcanzó para saber que no era bienvenida en ese territorio.
Detrás de las vías de tren, los jóvenes españoles suelen ir cada fin de semana a hacer el típico botellón, y levantarse un domingo por la mañana significa náuseas por el olor a alcohol, vómitos y orina mezclado con las frituras que se cuecen en el chino, que se prepara para tener unas inmensas ganancias de los pocos gatos que van quedando en el barrio ya.
Por si fuera poco, cerca del restaurant italiano hay una discoteca, donde Pitbull canta “La mano arriba, cintura sola” y todos bailan y gritan al son de su música. En una callejuela escondida hay una pequeña discoteca latina, a la que van preferentemente colombianos, y donde se escucha el mismo reggaetón del famoso Pitbull, como también salsa, merengue y cumbia. Sin embargo, en la discoteca de turno es chic perrear, mientras que en la pequeña discoteca de extranjeros, ese baile realizado por una latina de generosas curvas terminas pareciéndonos demasiado erótico como para pertenecer a una cultura avanzada como la nuestra.
Y más de una vez, salí a mi balcón para ver a mi padre arrancando de las farolas los carteles de carácter neonazi de España 2000, que pregonan que los extranjeros son inferiores. Pero es de ilusos pensar que esos políticos nunca comieron un buen plato de pasta… probablemente sí, porque Italia es un país civilizado (o mejor diríamos, occidental), aunque seguro que nunca tuvieron el placer de comer unos deliciosos dulces árabes, solo porque esos morenitos vienen a robar el trabajo e imponer sus costumbres. 
El otro día, en la reunión de propietarios del edificio, un español pidió que se pusiera un ambientador en el pequeño ascensor debido a la mala higiene de los marroquíes. Acto seguido, se excusó diciendo que tenía una fiesta y subió a cambiarse. Bajó quince minutos después con un impecable traje, y dejó el rastro de diversos olores corporales de gran antigüedad tras de sí. ¿Tópicos?

sábado, 17 de diciembre de 2011

El milagro de la Navidad

Recuerdo las Nochebuenas de mi infancia, toda la familia cenando reunida en una gran mesa en el patio de mi casa. Cuando llegaban las doce, cada año, mis padres me planteaban una historia diferente para salir de casa por unos minutos. Al principio no entendía las razones, luego, salía encantada sabiendo que a la vuelta, alrededor del árbol de Navidad, iba a encontrar los regalos envueltos en papeles de colores. Lo mismo sucedía la víspera de Reyes: la ansiedad por dejar los zapatos y acostarme a dormir temprano (aunque generalmente lo hacía bastante tarde), y que el primer rayo de sol ya me despertara, mezclado con la emoción de ver esa muñeca, esa bici, o cualquier cosa que estuviera en mi lista, porque en general, yo debía de portarme bien, ya que siempre recibí lo que quise. 
Recuerdo un día, que en medio de la cena sucedió algo insospechado: desde la azotea de mi casa, el señor gordo de largas barbas y traje rojo apareció frente a la mirada atónita de mi primo y mía. Yo no sabía muy bien (pero tampoco me quitaba el sueño) como nunca antes lo habíamos visto si era una persona de unas características lo suficientemente peculiares como para ser fácilmente distinguible; ni tampoco, cómo todos los niños del mundo podían recibir sus regalos a las doce de la noche. Y mucho menos, por qué estaban los juguetes en los super, con precios. Ni siquiera me percaté, en ningún momento, de que muchos padres compraban esos juguetes. Mi creencia se reafirmó aún más cuando lo vi bajando la bolsa con los regalos desde el techo de mi casa. Y no volví a dudar hasta la edad de ocho años, cuando un compañero de la escuela me dijo que los Reyes y Papá Noel no existían. Volví a casa y se lo planteé a mi madre, pero con la convicción de que ella me diría que ese niño estaba errado.
Que los tres reyes de Oriente, o el señor de rojo no existieran, no me decepcionó en lo más mínimo. Seguí recibiendo regalos, y unos cuantos años después, comencé a ejercer de Papá Noel yo también. Con el tiempo, comencé a admirar los dulces engaños de mis padres: "vamos a ver los fuegos artificiales a la calle" decía papá, pero mamá nunca iba con nosotros. Y aún me sigo preguntando cuándo iban a comprar los regalos, pero prefiero no saberlo: es lindo seguir con la ilusión del regalo inesperado. Admiro el esfuerzo que hacían por siempre darme lo que quería, solo para recibir mi ilusionada mirada y una gran sonrisa. Anhelo algún día, que mis hijos me despierten diciéndome "ya llegaron los Reyes", y sé que nada me va a llenar más de felicidad que verlos en pijama y jugando con sus juguetes nuevos.
Lo importante de la Navidad, obviamente, no son los regalos. Probablemente, lo más lindo sea el momento de reunión familiar, el poder compartir todos juntos; pero sin duda alguna, estas fechas no serían las mismas sin un regalo. No importa el valor económico, no importa el haber "madurado" y saber que Papá Noel no existe. Importa la ilusión de recibir, ya sea un iPad o una carta, un regalo de alguien que te ama, y saber que lo hizo con todo el amor del mundo.



Foto: arquera

lunes, 12 de diciembre de 2011

El amor jugando a la Rayuela

 
Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés”. Así decía el gran Cortázar en Rayuela, una novela apta para todos, entendible para unos pocos.
Los científicos descubrieron que el amor surge en un segundo y que tan solo es una adicción (produce lo mismo que fumarse un porro o hacerse una raya de cocaína) que se supera en un plazo máximo de dos años. La mayoría de las personas coinciden en que el amor existe gracias al conocimiento de la esencia del otro, y por ende, que el amor nace como fruto del tiempo compartido entre dos almas. Algunos corazones rotos afirman que no existe, y que tan solo es una forma bonita de designar nuestros deseos sexuales. El amor es uno de los sentimientos más potentes, más puros y más antagónicos de todos: puede construir así como destruir una vida en poco menos de lo que dura en ser pronunciada una palabra. No es la muerte, ni Dios, ni siquiera la curiosidad por saber si otros como nosotros, tan egoístas y narcisistas, respiran en otros planetas… es tan solo el amor, el misterio más grande de la humanidad. Porque el amor es un sentimiento tan universal que no hay una única manera de comprenderlo.
Me atrevería a decir que el amor es el fundamento de nuestra cultura. Ni la política, ni la economía, mucho menos asuntos tan importantes como los derechos humanos, o incluso Dios –que gozó durante mucho tiempo del beneficio de tener su propio Best Seller- han creado tantas montañas de material cultural. Bécquer, perdido en las pupilas azules de alguna doncella, le concede a ella el máximo esplendor de ser la poesía; los amantes apasionados de Rodin, que se besan como si estuviesen pronosticando el sangriento final; y Rubens muestra la primordial necesidad de un hombre de ser amado dibujando finamente El Juicio de Paris.
¿Qué es el amor? El amor es cultura, es cada pieza musical, cada narración o poema, todas las pinturas y esculturas, y esas historias de la pantalla grande. El amor se compone de cada fragmento de nosotros mismos, es un algo cambiante y creciente, que se transforma día a día ante la mirada particular que brinda cada ser humano a una pieza cultural. Rayuela resume en un solo libro, cada cristal roto de ese amor, cada posibilidad, cada sentido. Porque, como bien dice Cortázar, no se puede elegir en el amor.  
Foto: Megyarsh

jueves, 8 de diciembre de 2011

¿Alguien lo ve normal?



No es normal que los niños de 13 años comiencen a beber alcohol. Es algo prácticamente lógico que, durante nuestra adolescencia o juventud, nos hayamos pasado alguna vez con el alcohol. Pero en sí, emborracharse no es algo lógico, y tendría que quedar como un hecho anecdótico que alguna vez nos sucedió.
Sin embargo, sabemos que la forma de diversión normal de una juventud llena de miedos e inseguridades, con una autoestima bajísima, con problemas de comunicación y faltas de atención importantes, es beber. ¿Por qué? Porque beber es la forma de olvidarte de que tu padre le mete los cuernos a tu madre con su secretaria joven, de olvidarte de que no estás tan delgada ni eres tan hermosa como debieras ser para la sociedad, de que no te va bien en los estudios, o de que no podés decirle a una persona que la quieres porque tienes miedo a su rechazo. El alcohol desinhibe y termina mostrando lo mejor y lo peor de nosotros. Es una forma de desahogo generalizada de una sociedad enferma y reprimida. Por eso, y solo por eso, los jóvenes beben. No porque les guste el vino de 0.50 de euro. Y ahí distingo que no es lo mismo la copita de Vermouth que se toma mi abuela los domingos antes de comer, que el botellón del sábado a la noche.
Y ahí es cuando mantengo mi postura de que todas las campañas que haga el Gobierno son inútiles. Yo sé que es una obligación de ellos hacerlo, pero no soluciona nada. Me pueden poner imágenes de mi láringe con un cáncer por haber fumado, me pueden decir que puedo ser violada bajo los efectos del alcohol, mostrarme que si bebo y conduzco puedo matar a alguien y a mí misma... pero si yo quiero beber, lo voy a seguir haciendo. Si el problema es que la gente bebe, no hay que concientizarla de que es malo para su salud, porque eso ya lo saben, si no buscar la raíz del problema, y solucionarlo. Y esa es una tarea de todos, no del Gobierno.
Más allá de eso, vi la última campaña del Ministerio de Sanidad el otro día en la estación de tren, y me sorprendió para mal. Adolescentes aparentemente normales, que consumen alcohol como algo normal, que obviamente no lo es. Tiene varios problemas, a nivel ético como comunicativo.
A nivel ético está la contraposición entre la actitud de los adolescentes varones y mujeres respecto al alcohol. Mientras que las mujeres tienen que aguantar en urgencias a su amigo borracho, o mantienen relaciones sexuales sin estar en plenas condiciones para decidir si quieren hacerlo, lo que quiere decir que son sumisas, buenazas y tontas; son los varones los que cometen atrocidades: llegan al nivel de un coma etílico, se vuelven violentos y agresivos. Esto no es así: muchas mujeres (incluso más que hombres en la actualidad) se emborrachan. Algunas simplemente lloran, vomitan, se van a su casa y pasan una mala noche, como también lo hacen algunos hombres. Pero muchas otras se meten en peleas, se tiran encima de hombres y los manosean (lo que lleva al hombre a tomar una actitud activa y acostarse con ellas, ergo, la culpa no es solo de él, sino también de ella), y sí, alcanzan el coma etílico aún más fácil que un hombre. Por lo tanto, es una publicidad desfasada en el tiempo y feminista (porque la igualdad es la igualdad, y el feminismo y el machismo son extremos), que no me parece adecuada para mostrar los comportamientos de la juventud de hoy.
En el ámbito comunicativo, y según la regla que me han enseñado para los titulares, las frases en negativo cuestan más de asimilar para nuestro cerebro. De esta manera, la frase "Lo normal para su edad..." queda grabada a fuego en nuestras neuronas, mientras que la que de verdad debería ser importante, el verdadero mensaje de la campaña -"ESTO NO DEBERÍA SER NORMAL"-, queda olvidado entre otro montón de cosas, solo por llevar un 'no' que cuesta más de comprender.
Diría que, más allá de que ninguna campaña cumple su utilidad (concientizar al a población), esta ha perdido por goleada en todo. La solución para que los adolescentes dejen de tener actitudes tontas es comprenderlos y ayudarlos, no decirles lo malo que es el alcohol, porque aunque no lo parezca, elloss son más inteligentes de lo que parecen, y todo eso ya lo saben. Si beben, es porque están cubriendo con el alcohol otras cosas que les faltan. Ayúdemosles a tener esas cosas, y así, no necesitar una vía de escape.

lunes, 5 de diciembre de 2011

No prometas cosas que no vas a cumplir


Un día, no muy lejano, un profesor se excusó de haber faltado, y prometió que ese hecho no iba a volver a suceder. Una semana después, no apareció en clase. La reacción de todos fue decir "menos mal que no iba a faltar más". Horas después me enteré de que, efectivamente, no había venido porque había muerto. En ese momento, decidí tragarme mis palabras un tanto desconsideradas.
Hace unos días, me llamaron para tomar unas fotografías de un accidente entre un camión y un coche. El camión había atravesado la carretera, se había llevado los guardarraíles y las rejas, y había quedado en medio de un terreno. A su lado, yacían los restos mortales de un coche. Inconscientemente, me quedé parada frente a él, un amasijo de hierros, y dentro, un airbag cubierto de sangre. ¿Cuántas promesas habría hecho ese hombre, y la muerte no le dejó cumplirlas?
Crecer me ha hecho darme cuenta de algunas cosas, replantearme la vida de una forma diferente. Los pies plantados sobre el césped durante intensos cinco minutos frente a la sangre de un desconocido por el que los médicos no habían podido hacer nada, hizo en mi cerebro un planteo brutal de mi vida. Cualquier día de estos, yo podría correr la misma suerte, la de mi profesor, la de este hombre. ¿Cuántas promesas incumplidas tendría hacia mis padres? ¿Y hacia el hombre de mi vida? Incluso, le debería promesas a los hijos que aún no tengo.
¿Será que la vida nos da un tiempo para prometer, y otro para cumplir? Y una vez pasado ese tiempo, nos roba el aliento de forma repentina, como diciéndonos "no prometas cosas que no vas a cumplir". ¿O es que todas las promesas son vanas, porque el futuro es incierto, y no sabremos dónde estaremos mañana?
A todos nos han roto promesas, y todos hemos roto alguna. Sin embargo, la vida sigue, tenemos un nuevo profesor que nos da clases, y la mujer de ese hombre que murió a las tres de la mañana de un jueves frío puede que vuelva a amar. Y todas las promesas quedan en el olvido, aún cuando no han sido cumplidas.
Yo de todo esto solo saco una cosa en claro: que pase lo que pase, no debemos prometer cosas que no vamos a cumplir.



Foto: Esteban Vera

lunes, 3 de octubre de 2011

Esto es la Tierra


Mientras en Arabia Saudí una mujer se atreve a recurrir una sentencia que la condena a diez latigazos por haber conducido un coche, aquí las mujeres cada vez se desvisten antes. Y aunque la crisis sigue azotando, no es que las púberes no tengan dinero para comprar ropa, sino que la modernidad de este mundo indica que una mujer atractiva, a diferencia de lo que piensan los árabes, es la que más desnuda va.
Desnudos deben sentirse Rubalcaba y Rajoy, hombres de la R (de reputación, de reclamos, de rectitud, de ruido…), a poco más de un mes de enfrentarse a su destino. ¿Quién vencerá en una carrera en la que el premio por llegar a la meta es un país que se cae a pedazos, que no sabe a dónde ir? Ya ni falta me hace decir, lo ilógico que parece el mundo hoy.
Tal vez porque estamos esperando el fin del mundo pronosticado por los Mayas para finales del año que viene, que somos cada vez más obesos, menos cariñosos y más desesperanzados. A los grandes no les interesa trabajar para llegar a viejos sin nada, y a los niños no les gusta estudiar, porque el esfuerzo está infravalorado en un mundo en el que quien más gana es el que parece más idiota.
Estados Unidos ya no es triunfador, mientras que los prolíficos chinos y los alegres brasileños parecen ser la nueva esperanza para un mundo en el que Europa vuelve a sus orígenes, con la diferencia de que ahora, es una mujer regordeta la que tira del Viejo Mundo para que siga funcionando más o menos mal. Llega Internet a la zona de los velos, para que decidan liberarse de sus prisiones (las reales y las imaginarias), aunque eso les venga saliendo más mal que bien.
Sin embargo, el mundo sigue siendo más o menos igual: los niños de África siguen muriendo de hambre y enfermedades para las que podemos encontrar cura, mientras que los niveles de desnutrición en Hollywood pronostican que la moda de las costillas viene para quedarse, al menos, una temporada más. Gaza sigue siendo Gaza, y Palestina pide que se la reconozca como un Estado soberano, en un momento en que la unión haría la fuerza, pero nosotros seguimos empecinados en dividirnos más. Mientras unos pocos estudiaron el engaño, y se secan con billetes de 100 dólares, los engañados son millones, la mayoría no poseedores del gen islandés de la verdadera revolución, la pacífica y ordenada, la que busca un verdadero bien común. Y un presidente negro no cambia nada, mientras Guantánamo sigue siendo una cárcel de inocentes, y los pobres no tienen derecho a enfermarse.
El mundo sigue igual también para lo bueno, por suerte: las personas se siguen enamorando, y de ese amor aún nacen frutos de mejillas redondeadas y llantos ensordecedores. De entre tanta alienación informática, logramos que personas que se encuentran, sin quererlo, a miles de kilómetros, puedan sentirse en la misma habitación. Y nos culturizamos aprendiendo que chévere es guay, y que la mousaka, esa lasaña de berenjenas de los griegos, es de los platos más gustosos que se pueden encontrar. Porque en un mundo tan extraño y tan igual, seguimos permitiéndonos ser, al menos media hora al día, felices.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El problema de los solidarios

-Hola, buenas...
-Disculpe, estoy apurado, llego tarde al trabajo.

Esta escena se da todos los días, cientos de veces, en puntos estratégicos de las ciudades. La FNAC, la puerta de un hospital, de una facultad, de un centro comercial. Los solidarios, una especie que parecía en extinción, han sido salvados por la selección natural, que les permite ganar dinero ayudando a los demás. Son esas personitas, generalmente jóvenes e inexpertas, con sus chalecos identificativos (yo soy de Unicef, yo de ACNUR, yo de...), que te preguntan amablemente si deseas ayudar.
Ayudar está muy bien, pero es algo que tiene que salir de adentro de cada uno. Vale la pena ayudar por ayudar, no para decir que uno ayuda, para callar a su consciencia o para cualquier otro fin que, sinceramente, no se me ocurro. Por tanto, la decisión de dar ayuda (que en general se resume a dar dinero) debería ser únicamente de la persona en cuestión.
El problema de los solidarios, movidos en parte por el dolor que les producen los niños que mueren de hambre en África, los bosques talados o los animales maltratados, y mayoritariamente necesitados de ayuda para llegar a fin de mes; es que se convierten en aves de rapiña dispuestas a matar a quien, por una u otra razón, no desea ayudar.
Pongo una situación extrema que a mí me sucedió, y que, tal vez, podría haberle pasado a otras personas en otro sentido. Si no tengo prisa, paro ante la llamada del solidario, porque sé que es su trabajo y lo respeto. Sino, digo la verdad: no llego a clase, no llego al tren (y perder uno supone esperar otra media hora sin hacer nada) y amablemente me voy. Un día, paré ante un solidario de una determinada ONG a la que, en ese momento hacía ya más de medio año que daba dinero. Me empezó a explicar, aprendido de memoria, sin una sola entonación, el propósito de dicha asociación. Lo interrumpí y le dije que ya sabía porque yo aportaba a la organización desde hacía un buen tiempo. Con una ceja levantada (es decir, con una cara de escéptico enorme) me dijo que le diera mis datos y que entonces aumentase la cantidad de dinero al mes. Le dije que por ahora estaba bien así (muy cordialmente, quien me conoce sabe que puedo ser muy amable como muy ácida, y también las dos cosas al mismo tiempo), a lo que él, ya bastante dolido, me dijo "por la forma en que estás vestida supongo que podrás poner más dinero". Extrañamente, mi vestuario de ese día estaba compuesto de ropa de rebajas, cosa que no me molesta. Me gusta vestirme bien, además, y creo que eso no significa que me suene los mocos con billetes de 100 euros. Y si así fuera, ¿qué derecho tiene un simple desconocido a juzgar mi economía por mi forma de vestir, así como también mi decisión de aportar o no a una ONG?
El problema en esta sociedad, una vez más, vuelven a ser los prejuicios. No ir con la ropa sucia, mal combinada o rota, significa tener dinero, y por tanto, tener la obligación de dárselo a los demás. Los famosos, como ganan millones, tienen que donarlos. ¿Por qué? Ellos, en general, han ganado ese dinero lícitamente, fruto de su esfuerzo y su trabajo, y al ser su propiedad, tienen derecho a dársela a quien quieran. El problema no es que pocos tengan mucho, sino que muchos tengan poco. Y la solución no es sacarle a unos para darle a otros, sino darles a todos las mismas posibilidades de tener todo lo que deseen y necesiten para vivir. Por ende, estoy en todo mi derecho a no aportar 60 euros al mes, los tenga o no a fin de mes. Y no tiene nada de malo ir de vaquero y camiseta un día cualquiera.  

sábado, 6 de agosto de 2011

Crónicas de un viaje I

Dicen que la vida te pone enfrente a varios tipos de personas: esos que aparecen puntualmente, fugaces, y necesarios para aprender algo; aquellos con los que se entabla una relación bastante duradera y que, por una razón u otra, terminan desapareciendo de nuestras vidas, dejando solo un recuerdo; y por último, quienes nos acompañan en todo el camino.

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Es privado. No porque nadie lo haya visto, sino porque es imposible de explicar. Estaba ahí todo un aeropuerto, y sin embargo, nadie vio lo que yo vi.
Hay momentos que te quedan grabados por siempre... si hoy tuviera que decir qué pasó, no sabría. Sí te puedo describir perfectamente que sentí: no veía, y sin embargo no cayó de mí una sola lágrima. La tierra tembló en un terremoto imposible de medir, con los pies bien firmes en el suelo. Ante mí, mi destino, mi elegido. Nada más que la unión de dos corazones que jamás habían estado separados.
El amor es como un planeta. Tiene diversidad de elementos, que solo pueden crecer, procrear y diversificarse cuando todo está en armonía. Tiene dos dioses que construyen ese mundo en base a lo que cada uno da, y a todo lo que recibe del otro. Cuando uno de los dioses, mortal y defectuoso, se siente débil, el otro alimenta al mundo de lo mejor que tiene, porque de esto se trata el amor: del equilibrio entre dos almas que aprenden la una de la otra. Porque cuando uno ama, ese planeta propio sigue creciendo y construyéndose en base a hechos, sueños, proyectos... mientras los demás solo ven dos personas dándose un abrazo en algún aeropuerto de algún lugar...

martes, 24 de mayo de 2011

Leyendas urbanas (parte I): el Polybius

Capítulo titulado Please Homer, don't Hammer 'Em's de la temporada 18

Todos hemos jugado a videojuegos. Desde Play Station, XBOX, Nintendo Wii, DS (y todas sus versiones, hasta en 3D), pero también, todas las personas con una edad considerable (un poco más que mayores de edad) hemos podido disfrutar de lo que yo llamaba de niña como maquinitas. Es decir, grandes aparatos que se encontraban en sitios especializados para eso o en algún lugar suelto, y en los que se podía jugar a cosas tan emocionantes como el Mortal Kombat o al Wonderboy (mi preferido), aquel señor con taparrabos que tenía algunas similitudes con el juego del fontanero Mario y su buen hermano Luigi.
Esta es, tal vez, la leyenda urbana más geek/freaky, y la teoría conspiratoria más extraña de todas: la historia del Polybius, ese videojuego maldito que creaba adicción a la par que ataques epilépticos, terrores nocturnos, intentos de suicidio y otras bellezas de una mente trastornada.
Este videojuego arcade fue lanzado en 1981, y poco tiempo después desapareció sin dejar rastro, incluso, no se ha podido probar que alguna vez haya existido realmente (por eso, es una leyenda urbana).
Dicen que el juego comenzó a circular por los suburbios de Portland, en parte de Oklahoma y en el norte de California. Estaba fabricado por la empresa llamada Sinneslöschen, en teoría en alemán "pérdida de los sentidos", (aunque a mí en el traductor de google me pone "significado claro") y programado por Ed Rottberg, y se dijo muchas veces que esta compañía era parte de una organización secreta del gobierno o de un nombre en clave de la conocida empresa Atari. 
Nada más simple que el concepto de una nave que dispara a una serie de enemigos desarrollado con una temática tipo puzzle, siendo especialmente importante el hecho de que la nave no se movía con el mando, sino que la pantalla rotaba alrededor de la nave. Nada en especial, en principio, excepto por las impresionantes mejoras a nivel de gráficos, que incluía colores vivos, efectos lumínicos y buen sonido. 
Como muchos otros videojuegos, generó adicción, pero también repulsión a medida que las personas jugaban más y más. Muchos de los que dicen haber jugado al Polybius no han podido jugar a otro videojuego en su vida. Y ahí comienza la parte interesante: combinaciones de luces y gráficos estroboscópicos, mensajes subliminales, mareos, convulsiones, vómitos, pérdidas de memoria, alucinaciones, ataques epiléptivos y terrores nocturnos. 
Caras fantasmales que recorrían la pantalla y mensajes del estilo "kill yourself", "no imagination", "no thought", "conform", honor apathy", "do not question authority" o "surrender" entre otros. Algunos incluso escuchaban lamentos y voces entre los sonidos del videojuego, como voces femeninas que decían "¿por qué me haces daño?". Para más rarezas, las personas que dicen haber jugado, han ido perdiendo la memoria progresivamente, y hoy en día ya no recuerdan nada del juego. 
Los hombres de negro, y no creo que fueran los de la película, al cerrarse los salones, hablaban con los dueños y tomaban notas sobre la cantidad de gente que había jugado y los efectos que provocaba. Incluso, muchos dicen que eran los encargados de manejar el menú de opciones, donde se encontraban parámetros como pesadillas, terrores nocturnos, amnesia, alucinaciones y mensajes subliminales, hasta incluso la opción de "muerte". 
Como siempre, al morir una persona, las cosas se acaban, y así fue como desapareció Polybius: por la muerte de un joven que sufrió un ataque epiléptico mientras jugaba, cosa que no dudo, ya que los gráficos eran bastante estridentes y sin lugar a dudas podían hacer daño (como otros videojuegos) a personas con este tipo de lesión cerebral.
La historia vio la luz al salir Tempest, un videojuego de Atari de temática similar. Muchas personas han afirmado tener un ROM del juego, pero que no pueden mostrarlo a nivel público, lo que deja en la nada todas las teorías conspiratorias. 
La empresa que lo fabricó tiene una página web en la que un grupo de programadoras, basándose en la información recopilada a lo largo de los años, ha decidido reconstruir el juego de forma "idéntica" al original (y hasta puede descargarse). Incluso se pueden activar los efectos más peligrosos, protegidos por una clave (que tengo y no daré, por las dudas).
Yo jugué, con todos los efectos activados, y vi lo que tenía que ver: un juego psicodélico, que marea, que da dolor de cabeza después de jugar una hora (como todos, creo yo), y que luego de jugar me acosté a dormir la siesta perfecta y tranquilamente. Al otro día fui a un examen, y no había perdido la memoria. No sufrí ningún trastorno más que un simple dolor de cabeza porque los colores son muy fuertes y se mueven muy rápido las cosas, además de que suelo marearme con muchos videojuegos. Los mensajes subliminales, efectivamente, aparecieron, pero no me voy a matar porque un videojuego me diga que lo haga. Ni vi fantasmas, ni escuché voces y lamentos, ni tuve pesadillas. No me volví adicta, la verdad el juego me pareció tonto y aburrido. Y tampoco lo odio, es eso: un juego aburrido. No sé si el juego existió o no, pero al menos, lo que circula en la red es una tontería grande como una casa.  


Fuentes: Wikipedia, neoteo.com, scenebeta.com, Taringa, ionlitio.com y http://www.sinnesloschen.com

jueves, 19 de mayo de 2011

Los mercados no se autorregulan

El que inventó el capitalismo debe estar revolviéndose en su tumba. Muchos años después, leyendo los apuntes de Periodismo Económico, una alumna lee "descubrieron que los mercados no se autorregulan". Así fue, las últimas crisis económicas han demostrado que una de las bases del capitalismo no se cumple. Los mercados no se autorregulan, las crisis son cíclicas y cada vez más seguidas, y nosotros, cada vez más cornudos.
Cada crisis económica ha traído consigo problemas sociales: la del 29 precipitó la Segunda Guerra Mundial, y una destrucción, hambre y miserias tan increíbles que tuvimos que "reconstruír" el sistema. La del 73 nos desmanteló el Estado de Bienestar por el que tanto habíamos trabajado, y nos dejó despojados de algunos derechos, aumentó las desigualdades, y nosotros seguimos confiando en un sistema que cada dos por tres nos dejaba tirados. Es como si alguien decidiera cruzarse España en un coche al que le cuesta arrancar, consume mucha gasolina y no tiene frenos. Y esto no es una comparación simple y sin sentido.
El problema de las crisis económicas es que ganan unos, explota todo, y cuando hay que solucionar las cosas, las soluciona el trabajador, el pobre, el proletario con el sudor de su frente, y el pan que debía conseguir con ese sudor, va a parar a pagar deudas que nadie les explicó de un dinero que desapareció y nadie sabe donde está. Y esa subida de impuestos, esa salud ya no pública, esa inflación, esas dificultades para hacer las cosas más simples, como comer, tener un hogar y pagar el transporte para ir a trabajar o estudiar, que parece que van a durar un tiempo, unos años, hasta que las cosas vayan mejor y la deuda haya sido paga, no vuelven más. La gente se acostumbra cada vez a vivir con menos en un mundo en el que somos especialistas en construir más y más y destruir más y más lo natural. Hace siglos, la gente se moría de hambre porque no tenía la maquinaria necesaria para cultivar, pescar y cuidar de los animales más y mejor, tenían casas peor construidas por la misma razón, y lo mismo con la ropa. Hoy podemos hacer casi todo: curamos enfermedades, y estamos inventando un escáner que puede clonar órganos. Y sin embargo, mucha gente se muere de hambre, no tiene dónde vivir ni con qué abrigarse.
Gracias a los mercados, vivimos en un mundo en el que hay de todo, pero en el que muy pocos pueden vivir dignamente. Y cada crisis que pasa, nos quitan cosas, y cada crisis que pasa, esperanzados de volver a tener lo que perdimos, renunciamos a todas esas cosas que en una época no tan lejana habíamos conseguido.

miércoles, 18 de mayo de 2011

La rebelión tardía

Los españoles han dicho BASTA. Y aunque dicen que más vale tarde que nunca, la rebelión ha sido un poco tardía. 
Nunca es mal momento para protestar, y al fin y al cabo, la protesta no está tan mal planteada, previa a unas elecciones. ¡Democracia Real YA! se nutre de la misma fuente que lo hicieron las revoluciones en el mundo árabe, la revolución de la información de Wikileaks y otros fenómenos convulsos de nuestra reciente historia. En este mundo, cada vez más, si uno no tiene Facebook y Twitter, no existe, y el proletariado ni siquiera puede revolucionarse... si esto lo hubiera sabido Marx...
Personas, no jóvenes, como nos quieren hacer creer todos aquellos a los que nos les sirve que esto siga, esos que dicen jóvenes por la sencilla razón de que los jóvenes siempre somos unos vagos, unos quejumbrosos y unos tocapelotas. Personas reunidas en Madrid, Barcelona, Valencia y otros sitios, piden una democracia real, ni un bipartidismo, ni corrupción, ni presidentes que se olviden de la gente, ni crisis...
A pesar de que esas mismas personas incompetentes que temen al pueblo con poder dicen que es un movimiento que fomenta el voto en blanco o nulo (lo cual sería un grave peligro, porque solo lograría que la situación quedase igual que ahora: los convencidos ultra fanáticos seguirían votando a su PP o a su PSOE), la verdadera democracia que piden no es esa.
Valen todos los descalificativos del mundo cuando estamos en contra de alguien o algo, porque es muy fácil criticar y muy difícil hacer. La vergüenza de este país es que los que tienen el poder de hacer temen escuchar para tener que trabajar por alguien que no sean ellos mismos. Por eso, tildan de antisistema, como si eso fuera malo, tildan de violentos, de no tener las cosas claras. 
Del otro lado, solo encontramos a cientos de personas que saben que la situación no puede seguir así: algunos lo saben más, porque han aprendido más de la vida, de los libros, de la observación directa de la realidad, otros lo presienten con sus mentes tan poco versadas. Tienen un objetivo único: vivir mejor, lo cual no implica recortes sociales, salud pública copaga, estudiar sin becas pero tampoco sin posibilidad de encontrar un puesto de trabajo para mantener los gastos universitarios, trabajar hasta el día de tu muerte y después también...
Sé que tal vez, decir esto es arriesgado. Me gustaría que estos años, esta crisis, estas violaciones de los derechos humanos sin fin y cada vez más extendidas a lo largo del mundo, esta balanza siempre a favor de los pocos que se pasean con traje entre miseria, sea el principio del fin de un sistema político y económico que se nos está quedando chicos. 
El fin del capitalismo, de la democracia, del Estado-nación, de los territorios delimitados, de las diferencias de clases. Como en su momento se acabaron los regímenes feudales, los imperios, el colonialismo, la monarquía, porque la gente había dicho BASTA, espero que la gente entienda que no podemos seguir así. Que el dinero no lleva a ningún otro sitio que a la avaricia de unos y al hambre de otros, que los cargos políticos pierden a los hombres en el poder que tan bien describe Tolkien, que la "identidad" que decimos tener y que nos diferencia de otros solo logra eso: diferencias y división. No solo unos pocos, como en el caso de España, y no solo un país aislado, como en Egipto o en Islandia. Todos, el mundo entero, debemos decir BASTA a un sistema que se nos queda chico, que nos ahoga, que nos reprime, que busca atontarnos y entretenernos para no juzgar, no criticar, no pensar. Digamos ¡BASTA!

jueves, 5 de mayo de 2011

Yo tenía ocho años, y no sabía nada sobre el amor. Estaba muy lejos de los conceptos que tiempo después empecé a manejar. Podría haber sido raro, pero no lo fue. Lo tomé con una simple curiosidad que a ratos me carcomía. Pero no dejaba de ser una bonita sensación que, a medida que aumentaba mi edad, permanecía más tiempo en mí. En mi sueño con el hombre misterioso, a quien veía, escuchaba, olía, rozaba, sentía perfectamente, y de quien luego solo recordaba sus ojos, era feliz. No era yo, o tal vez sí. A veces veía la situación desde mi cuerpo, otras tenía unos segundos para contemplar la escena desde fuera. Me acuerdo de mi edad en el primer sueño: 24 años. 
Ese era el hombre que me acompañaba en el camino, con la promesa del amor más sincero y real del mundo. En cada pequeño gesto se reunían demasiadas cosas, algunas que logré entender cuando mis emociones se desarrollaron: cariño, comprensión, complicidad, pasión, alegría, armonía, amor, calma, sinceridad, autenticidad, dulzura, simpleza, calor... tantas cosas que parecen complicadas, y sin embargo, en el sueño eran simples de conjugar.
El sueño se repitió a lo largo de los años. No pasaba nada extraordinario: no era la boda, no era el nacimiento de un hijo, ni la luna de miel... a veces estábamos en un parque, otras, caminando por la calle, dirigiéndonos al super. Una vez, la última vez, hace poco más de un año, abríamos la puerta de una casa, de nuestra casa, y entrábamos al recibidor. Hoy me río, porque hace no mucho, él me dijo me gustan los muebles de madera, y justamente eso había, junto a un espejo enorme, en esa casa.
Justamente esa vez, y aunque cuando desperté, como siempre, no recordaba su cuerpo, supe que lo había tenido enfrente de mí: era ese hombre que había logrado ponerme nerviosa la primera vez que nos vimos, por una decisión que llevó una milésima de segundo y entrar en un ascensor. Era la persona que más rápido se había ganado mi reservada confianza, y quien, alguna vez dijo y le dije, al poco tiempo de conocernos, que me era familiar. Era con quien siempre tenía tema de conversación, y con una persona que, a los pocos meses de conocerlo, me pasé horas en un Peugeot, mirando el mar sin apenas hablar, empachados de helado, y sin sentirnos incómodos. Y ahí comprendí todo...
Hace muy poco que estamos físicamente juntos, pero hace muchos milenios que tu alma está con la mía. Hoy se cumple una fecha, escrita por nuestras vidas mortales, como el comienzo de algo que empezó mucho antes. Hoy, como casi todos los días, te lo digo y te lo amplío: me haces muy feliz. Contigo siento cariño, comprensión, complicidad, pasión, alegría, armonía, amor, calma, sinceridad, autenticidad, dulzura, simpleza, calor... y muchas otras cosas, difíciles de expresar con palabras.

lunes, 2 de mayo de 2011

Los hombres que festejaban la muerte

En teoría, Estados Unidos ha eliminado a Osama Bin Laden, un terrorista que se viene buscando hace mucho más de diez años (pese a lo que haya dicho una periodista en Cuatro). Después, contra todo pronóstico, lo han tirado al mar, y nadie sabe más de él.
Un final extraño para una de las personas más buscadas, incluso por Jack Bauer en 24, en los últimos tiempos de este mundo revuelto. Cuarenta minutos, cuatro hombres y una mujer muerta, inexistentes frente a la ida a otro mundo de un personaje tan importante como Osama. Todo sucedió en un complejo residencial de Abbottabad, que Google se encarga de mostrar en sus mapas. Pocas personas hicieron falta para aniquiliar de un tiro en la cabeza a uno de los hombres más escurridizos para el gobierno yanquee.
Según dicen, han tratado el cuerpo de acuerdo con las costumbres islámicas, pero nadie sabe más. Ahora solo queda reforzar la seguridad y esperar el ataque. Mientras... a festejar.
Cientos de personas, tal vez miles, salieron a las calles en Washington y Nueva York, con banderas, con alegría... alegría por la muerte. Cuando yo, y espero que muchos otros, no se enorgullezcan de esta acción, si al final resulta que es verdad que está muerto. ¿De qué sirve matar a Bin Laden? Muchos otros siguen sus pasos, hay más terroristas, muy inteligentes y capacitados, que pueden hacer volar el mundo entero. Hay muchos locos sueltos, y la muerte de uno solo despierta la ira de los demás. El cambio no debería hacerse con balas. Y mucho menos, se debería festejar. 
Google Maps

Como todo criminal, Osama Bin Laden debía ser enjuiciado y llevado a la cárcel, y probablemente, debería estar allí hasta el día que Dios (el suyo, el mío, o el de quien sea) se lo llevase consigo. Pero nadie tiene el derecho de matar a otra persona, ni siquiera a Osama Bin Laden. Y menos, sabiendo que esta acción puede conllevar graves consecuencias: ¿la vida de Bin Laden por las vidas que se pueden cobrar algunos locos en cualquier momento, a modo de venganza? Prefiero el juicio adecuado.
Yo sigo esperando, porque no me importa ya si Bin Laden está muerto o no, sino las consecuencias.
Ojo por ojo, diente por diente. 



"Antes de ir señalando con el dedo, asegúrate de tener las manos limpias" (Bob Marley)

sábado, 30 de abril de 2011

Un espectáculo de machismo e hipocresía

La Reina, las Damas y el Señor
Las Fiestas de Sant Pasqual, el patrón de la ciudad, se acercan, y Vila-real bulle de emoción. Como en toda Fiesta que se precie, hay reinas, hay pregones, hay ofrendas de flores. Y hay mujeres. Mujeres con largos vestidos adornados, zapatos de tacón, peinados y maquillaje. Mujeres ataviadas con joyas, porque ellas son joyas que brillan en la noche ante la atenta mirada de cientos de personas bien vestidas y repeinadas. 
La belleza se muestra, como en tantos otros concursos dónde aparecen mujeres, como plato fuerte de una mujer muda, acompañada del brazo de un hombre que la ayuda a subir unas escaleras, mientras ella sonríe y saluda al público que la aplaude. Una majestuosa celebración de la mujer florero, de la inutilidad hecha persona, del rimmel en exceso y de las flores no aptas para alérgicos. 
La hipocresía se viste de gala en una sociedad que se queja del maltrato a la mujer, del machismo en las condiciones laborales, pero que sigue considerando que en las fiestas de su ciudad o pueblo tiene que haber un grupo de jovencitas ataviadas con vestidos de época, que representen la frivolidad y la incapacidad de decir dos palabras seguidas.
La Reina de Vila-real tiene 18 años y estudia periodismo. Creo yo que capaz será, de vivir, pensar, sentir por ella misma. Por eso no entiendo que hace ahí, de la mano de un alcalde al que le llueven más quejas que alabanzas, que la sostiene firmemente para subir tres peldaños, quedar en lo alto, y cuando está bien arriba, no pronunciar una mísera palabra.
Esta sociedad hipócrita sigue buscando lo mismo: mujeres bonitas, vistosas y mudas. Sin capacidad de raciocinio, de iniciativa, sin autoestima. Porque es más fácil que una mujer que tenga la inteligencia que yo tengo, que no es mucha, pero que al menos me da para poder escribir esto.

miércoles, 27 de abril de 2011

El bendito día que decidí ser periodista

Yo quería ser médico. De verdad. Siempre me llevé bien con la biología, y con 5 años ya sabía todos los huesos del cuerpo humano. Exactamente, neonatóloga o neurocirujana. Era algo que iba a decidir en otro momento. Pero, mis padres me dieron el don de escribir bien, una bonita voz bien entonada, una capacidad comunicativa demasiado precoz y potente (con 10 meses ya aturdía a la gente con mis frases insidiosas), la curiosidad por todo, el perfeccionismo y la autocrítica feroz, características propias de la mayoría de los periodistas (hay algunos que, por desgracia para los ciudadanos, nadie sabe muy bien qué hacen ahí). El insomnio aún no llegó, y aunque costó, las tazas de café (en mi caso con leche), a finales del penúltimo año de carrera, comienzan a ser mis aliadas cuando duermo cinco horas, como hoy. Espero no divorciarme, como dicen que suele pasar en esta profesión. 
Y así, un día, decidí que la responsabilidad de la vida de alguien en mis manos era demasiado grande, y descubrí que podía hacer otra cosa que me gustaba mucho: explicar a los demás qué pasa en el mundo, por qué pasa, y qué consecuencias trae. Eso es el buen periodismo. 
Sin embargo, bendito fue el día en que elegí esa profesión, y no otra. Si trabajar en un diario, revista, televisión o radio supone trabajar muchas horas, más de las permitidas por ley, nuestro futuro, el de los incipientes, es aún más negro: periodismo por Internet, la posibilidad de que a cada segundo haya algo para decir. 
No solo sufriremos por exceso de trabajo, sino que también sufriremos por exceso de mal trabajo, si esto no se regula. Es imposible que un solo periodista cuelgue unas veinte noticias al día, básicamente, porque no le da tiempo de asistir a todos los hechos, ni de escribirlos en condiciones. Así, se tira mano de noticias poco elaboradas y contextualizadas, de información de gabinetes que te cuentan lo que te quieren contar, y se llena una página a base de noticias pedorras que dudo mucho que a alguien le importen.
Y los profesores te consuelan diciendo que Internet lo único bueno que tiene es la inmediatez, y que el buen periodismo estará en los periódicos, dónde se harán análisis. Y yo me pregunto, ¿por qué no se puede hacer buen periodismo en Internet? ¿Es tan importante saber que hubo un incendio a 300 kilómetros al segundo de que los bomberos se enteran? ¿O es más interesante que, una vez apagado el fuego, se pueda colgar una buena noticia, que explique el incendio, los daños, se tenga la declaración de la persona a la que se le quemó la casa, si fue intencionado, la declaración de la Policía que atrapó al pirómano? ¿De qué nos sirve recolectar hechos y hechos desconectados, sin sentido, sin interés, pero inmediatos?
La tiranía de la inmediatez no solo hiere la profesionalidad del periodista, sino que también pone en peligro la libertad de información, derecho fundamental de todos los ciudadanos. Nos preocuparemos por tener la información antes que el otro, sin importar si esa es la información correcta, completa, y con todos los puntos de vista de los implicados. Sufriremos ante la pérdida del contrapoder ya tan mancillado de nuestra profesión, si no ponemos un alto a los medios de comunicación como empresa que debe generar beneficios. Tenemos que tomarnos en serio nuestro trabajo, porque lo importante es informar, no competir. Espero que alguien más piense como yo. Necesitamos una pequeña gran revolución. No hay que ser revolucionario desde la silla de tu Redacción, sino desde las posibilidades que tenemos, que son muchas más de las que creemos tener.

lunes, 25 de abril de 2011

"La Semana Santa acaba en Viernes Santo"


"La Semana Santa acaba en Viernes Santo". Esa fue la frase que resonó en una fábrica de un lugar de la Comunidad Valenciana (España), tras las quejas de los trabajadores que llevaban todo el domingo de Pascua trabajando inhumanamente (como siempre, desde el comienzo de la crisis). "No sé como será en vuestros países, pero aquí en España la Semana Santa empieza el Domingo de Ramos y acaba el Viernes Santo", fue la burla de la jefa ante una mayoría inmigrante (musulmanes, rumanos, sudamericanos) que tan solo pedía un rato de descanso para estar con su familia y comer huevos de chocolate, tras una semana agotadora y un mísero sueldo, pero con la reconfortante idea de que, al menos ellos, tienen trabajo.
Huevo de Pascua rumano
Ese fue el fin de una desesperanzadora Semana Santa para muchos, entre otros, a los que la lluvia les resultó lo suficientemente inoportuna. La calidez de los pasados días se fue, y nos dejó el frío y el agua cayendo del cielo. Los madrileños que buscaban una semanita de playa, se pusieron el bikini por la fuerza, y lo lucieron en una mojada arena. Los católicos dijeron por la televisión que "la procesión no se ha podido hacer porque llueve, Dios nos ha enviado la lluvia, por algo nos estará castigando", y yo, sentada frente a la caja tonta, me quedé anonadada ante tal razonamiento que, creía yo y muy equivocada estaba, no existía desde el siglo XV. Me sorprende como la mayoría (católica) critica el atraso de religiones como la musulmana, que promueven el machismo, la sumisión de la mujer, y sin embargo, consideran que una lluvia es producto del odio de Dios, y no de un fenómeno meteorológico claramente explicable. Cada cual está en su derecho a creer lo que quiera, y los ritos de la Iglesia están fundamentalmente basados en la fe, que como tal, es ciega. Sin embargo, vivir en el 2011 implica tener una cierta apertura mental para desterrar el mito del Dios castigador y tirano, sobre todo cuando, en mis épocas de misa, me explicaban que Dios nos amaba a todos por igual, y nos había dado el libre albedrío para decidir nuestro camino. 
"Yo pertenecí a las Juventudes Hitlerianas... pero por obligación"
Pero sin lugar a dudas, lo más inoportuno de todo fue que el Papa entrara a la esfera televisiva, en un conocido programa de la RAI, dónde el público realiza preguntas que le inquietan a diversos personajes públicos. La diferencia en este caso fue que, en vez de estar en el plató, el Papa aparecía desde una pantalla, y las preguntas realizadas habían sido escogidas y contestadas unos días antes, con mucho cuidado. Diversos medios de comunicación, como la Sexta (siempre tan amable con la Iglesia y el Vaticano), criticaron duramente la actitud del Papa, que yo vi hasta comprensible. Teniendo en cuenta que al anterior le pegaron un tiro, y dentro de todo era un ser humano querido por las personas, siendo Ratzinger, yo tampoco me arriesgaría a ir a un plató de televisión poblado de gente. Además, las preguntas escogidas fueron hechas por católicos con dudas, o al menos, por gente decente y coherente, pero estoy segura que, si las preguntas que se realizan a un político pueden resultar muy incómodas, muchos le harían preguntas hasta desubicadas al Papa. No es santo de mi devoción (y la frase viene al pelo en este tema), pero comprendo que el objetivo del programa es hacer preguntas de interés general, y no insultar o menospreciar a una figura pública.
De todas formas, Ratzinger me decepcionó. Decirle a una niña japonesa que sobrevivió al tsunami que "no tenemos respuesta, pero sabemos que Jesús ha sufrido como vosotros, inocentes", y que "este sufrimiento no era una cosa vacía, no era inútil, sino que detrás del sufrimiento hay un proyecto bueno, un proyecto de amor" me parece, como mínimo, aberrante. ¿Es necesario seguir creyendo que hay que sufrir, seguir recordando que Jesús sufrió y que nosotros sufrimos, y que eso es bueno? El sufrimiento no es bueno, la felicidad es buena, crecer como personas es bueno. 
Sin embargo, aunque de las siete preguntas muchas fueron encaminadas al tema de la Resurrección, María y otros temas de fe, debo decir como aspecto positivo el demostrar, ante la pregunta de la mujer musulmana de Costa de Marfil, que no importa de qué religión seamos, todos venimos del mismo lugar, y mientras hagamos las cosas con amor y con paz, debemos permanecer unidos frente a la violencia y los "demonios" que nos acechan. Demuestra inteligencia el querer unir a pesar de las diferencias. Me quedo con eso. Y eso que nunca me cayó muy bien Ratzinger.


Se puede leer la entrevista completa en Catoliscopio

domingo, 17 de abril de 2011

"Ponete lana, que el polar no abriga"

Dicen que madre hay una sola, padres a patadas. Cualquier persona puede haber sido criada sin padre (aunque eso no sea lo más correcto, lo más saludable, lo más aconsejable, lo más), pero nadie puede existir sin madre. El padre puede ser un señor que se encontró tu madre en una discoteca, el hombre con el que se casó o tiene una relación estable, o el frasco repleto de espermatozoides de un banco de semen. Sin embargo, tu madre te tiene dentro suyo, eres un parásito para ella, que le roba comida y le cambia la vida. Para bien o para mal. Pero, sí o sí, es tu madre. 
Convivir con tu madre a veces puede ser difícil. De niña, una quiere ser como ella: tu madre siempre es la más linda, la más buena, y la mejor. Probablemente, lo sea, porque ya no soy niña, y para mí, lo es. Pero a medida que una va creciendo, se da cuenta de que su madre es su madre, y que no es lo mejor querer parecerse a ella. De la admiración ciega de la niñez, en la adultez se pasa a una admiración, sin más, y por motivos más reales. Lo peor es la adolescencia, porque te duele todo, y no precisamente lo físico. Te molesta que tu madre te controle, te diga que te abrigues, no te deje volver muy tarde, o te pregunte algunas cosas. Es una continua lucha entre el amor a tu madre y el amor a la libertad y la supuesta madurez que una tiene. 
Cuando una crece, y llega a los 21 años, empieza a darse cuenta de que muchas de las cosas que a una no le gustaba que su madre le dijera, son verdad, y tiene razón. Ahí viene la relativa calma, al menos en mi caso, por ser de caracteres complicados ambas. Sin embargo, hoy puedo decirte: mamá, tenías razón. En muchas cosas, sabes cuales. 
Hoy es tu cumpleaños, y voy a estar esperando que llegues a casa con una torta mal hecha por mí, con mucho dulce de leche y chocolate. Hoy te quiero decir que los últimos 21 años de tu vida pueden haber sido duros, difíciles, complicados, pero yo siempre intenté estar ahí sacándote una sonrisa, y siempre voy a seguir estando. Hoy te digo que todo lo que soy, es por vos, y por eso sos una excelente madre. Tenés una hija ya grande, vieja se podría decir y todo, que espera seguir siendo siempre el mayor regalo de tu vida.

 Por eso, hoy no hay ningún regalo envuelto jaja.

FELICES 27 AÑOS!!!!! jajajaja

TE AMO MUCHO!!! 


Y esta fue la torta, finalmente

viernes, 15 de abril de 2011

Por qué me gusta la política

La gente la ve aburrida. Los políticos son seres corruptos, inventores de promesas, arruinadores de personas y famosillos sin programa del corazón propio. La democracia, la dictadura, la monarquía y cualquier régimen en el que una persona (elegida por el pueblo o no) manda, es la forma más fácil de hacer difíciles las cosas. 
Junto con el dinero (no solo el sistema económico), la religión, la distinción de razas, la guerra y la violencia, es un mal que nos hemos inventado para ser infelices. 
Y la política promueve todo eso de arriba, aunque no todo junto: no hay sistema político sin sistema económico, y no hay político que no administre mal el dinero. Muchos sistemas políticos, como los árabes, se basan en la religión. Muchas naciones delimitadas políticamente equivalen a una raza, etnia, cultura cerrada y fóbica de los demás. Y muchas naciones (todas políticas) usan la guerra y la violencia para conseguir sus objetivos.
Dicen que el hombre es un animal social, pero también es un animal político. La política es el método natural de organización y selección natural del hombre. Manda el más fuerte, los demás le obedecen, y así convivimos, en teoría, de manera ordenada y eficaz. 
La política es la esencia del hombre, y precisamente, no la parte buena de la esencia. La política es competitividad, es afilar los dientes, es la búsqueda del poder que corrompe, es la fama, es la "impunidad".
La política es la forma más fácil de convertirnos en animales usando la razón.


Por eso, la política es fascinante. Y por eso, no me metería en ella.

miércoles, 13 de abril de 2011

En el mundo no pasa nada

Veo las noticias por la tele. Cuando tengo oportunidad, las escucho por la radio. Y también, leo periódicos, en papel y en Internet, según qué suceda en mi casa. Como intento de periodista que soy, esto que tengo para decir no queda muy bien, y juega en mi contra, pero es cierto: para los medios, en el mundo no pasa nada.
Da igual qué canal de televisión y en qué horario (cuando recién se despierta uno, a la hora de comer o a la de cenar), todos pasan lo mismo. Unos le prestan 10 segundos más a una cosa en vez de a la otra, pero todos tratan los mismos temas, y algunos, durante mucho más tiempo del necesario. Es el caso de cuando España ganó el mundial de fútbol, que fue todo lo que sucedió en el mundo durante una semana; o casos más graves, como las catástrofes naturales, donde parece que solo en Haiti, en Japón, la gente sigue viviendo y muriendo.
En la radio, más de lo mismo: hablan de los titulares de periódicos, comentan un poco, pero muy por encima, las cosas y fin de la historia. Y son los titulares de esos periódicos, los que tienen la foto bien grande, ocupan toda la página (o más) y aparecen en portada, en los que tenemos que pensar. El breve de la esquina, probablemente sea saltado por muchos y caído en el olvido, siendo el redactor de breves la persona más infeliz del mundo.
Y así, en un mundo repleto de gente, con millones de hechos interesantes, curiosos, divertidos, agradables, amenos, e incluso, un mundo lleno de hechos sangrientos, morbosos y negativos como les gustan a los periodistas, seguimos quedándonos con las seis o siete noticias de siempre.
"Nadie es bueno todo el tiempo... nadie es malo todo el tiempo". Creo que las noticias necesitan dejar de ser tan rígidas, tan estructuradas, tan espectacularizadas. Todo lo que pasa es relativo, nosotros somos subjetivos, y hay demasiadas cosas interesantes para contar. ¡Pongamos manos a la obra!

domingo, 10 de abril de 2011

Mi vida en 345 palabras

Esa era yo, con la madre que me parió...
Nací, lamentablemente para mi madre, con la cabeza demasiado grande. Aprendí a hablar demasiado rápido, y me gustó intentar entender a los mayores desde mi pequeña altura y mi gran capacidad de decir lo que pienso sin tener muy en cuenta si suena bien o mal.


Mi infancia pasó entre amigos (algunos aún perduran a día de hoy, y son esas “hermanas de alma”), maestras que me pedían que hablara menos porque distraía a mis compañeritos, y bailando. Cuando empecé era realmente mala, un árbol tenía más swing que yo, pero gracias a esa profesora que a veces era un poco cruel, hoy puedo decir que me muevo bastante bien.


Mi rebeldía llegó de la mano de cortarme un pelo largo hasta la cintura por encima de los hombros, y la vergüenza ante la mirada masculina me llevó a usar ropa ancha para esconder las curvas (cuando, por fin, las tuve). Me siento orgullosa de haber vivido la adolescencia lentamente, sin apurarme por ser más vieja de lo que era. Recuerdo las primeras salidas, eran todo un acontecimiento dónde llamar la atención de aquel amigo. Fui, hasta unos años después de mi adolescencia, una completa inexperta del amor, lloré mucho por gente que no valía la pena, y con 20 años (demasiado pronto, comparado con otros), descubrí que amar significa llorar, pero de alegría.


En estos 21 años, todo lo que soy se lo debo a las personas con las que me crucé: algunas, fugaces, desaparecieron al poco tiempo dejándome recuerdos, otras, como mi familia, están ahí desde antes que recuerde, y son los pilares de mi educación, los formadores de mi carácter y los impulsores de mis logros. Otros, están hace tanto tiempo que ya están lo suficientemente curados de espanto como para tener la seguridad de que no van a salir corriendo. Y los que están hace relativamente poco, sé que conmigo se van a quedar, porque fueron escogidos de forma consciente por mi madurez de ser, que me ha llevado a distinguir a quienes vale la pena dar una parte de mí.

viernes, 8 de abril de 2011

Hazte un blog y cabrea a tu jefe

Hay gente a la que le encanta generar polémica. La diferencia está entre hacerlo bien, o hacerlo a lo Sostres. Wikipedia lo describe como escritor y tertuliano, yo más bien lo describiría como gordito traumado que esconde tras sus alardes de superioridad todos sus miedos y complejos.
Un chico normal fue la gota que colmó el vaso de Pedro J., que decidió borrar la parte deleble de la situación: la última entrada del blog de Sostres. Sin embargo, todos aquellos que poseyeron El Mundo del 7 de abril de 2011 en sus manos, pudieron verlo ahí, en papel, impreso como se está perdiendo la costumbre de hacer. Eso no se puede borrar, lamentablemente.
Porque un chico normal es ese "de 21 años que está enamorado de su novia embarazada", por lo cual  "es normal que pierda el corazón y la cabeza, el sentido y el mundo de vista, si un día llega a casa y su chica le dice que le va a dejar y que, además, el bebé que espera no es suyo". El hecho de que haya sufrido, según Sostres, "una violencia brutal, que al no ser física nunca se considera, pero que ahoga y machaca lo mismo que cualquier otra violencia" es la justificación del tertuliano generador de polémicas de todo tipo a que el chico normal, de mi edad, haya asesinado a su pareja y se la haya mostrado a su pobre padre (que estaba en Rumanía) por la webcam. Y ahora que él dice que es normal, en cuanto pueda iré a buscar al que me haya roto el corazón una vez, aunque haya sido en el pasado, y lo mataré.
Pedro J. se disculpó, nada menos que por Twitter (es lo fantástico de este mundo): "Lo inaceptable del texto de Sostres es que utiliza la misma expresión -'violencia'- para un asesinato y el engaño y abandono en la pareja. Acabamos de retirarlo. Pedimos disculpas". Ese es el problema, nada más. "Por desgracia el artículo no se puede retirar de la edición impresa. Ayer fallaron nuestros controles. Vuelvo a pedir disculpas", y todos nosotros, alumnos de tercero de Periodismo, a un año de acabar la carrera, ya nos vamos censurando los titulares sobre un congreso... habiendo especímenes así.
Desde el programa El Intermedio, se le preguntó, también vía Twitter, por qué decidió eliminar esta entrada y no otras igual de polémicas como en la que decía que el terremoto de Haiti era una forma de limpiar el planeta de lo malo, o que hablar español en Cataluña es de pobres. A pesar de que Pedro J. no respondió, yo sí puedo hacerlo: porque, en el periodismo, hacer apología de determinadas de un delito, es, aunque suene repetido, un delito. Nadie va a la cárcel por racista, por muy repugnante que sea su actitud.
Por eso mismo, la fiscal Soledad Cazorla está estudiando el artículo para aclarar si es un delito o no. "Cuando en lo que va de año se han producido 18 muertes de mujeres a causa de género, es intolerable que en algún medio de comunicación se dé cabida a opiniones como las vertidas por Salvador Sostres en su artículo", alega la Secretaría de la Mujer de CCOO de Madrid. 

Jovencitas de carnes turgentes

Otro tema que queda muy opacado, pero que sin embargo, me llamó la atención, es que, en otros temas, se contradice. En un programa de televisión, hace no mucho tiempo, manifestaba que le gustaban las jovencitas, y describió con lujo de detalles y sin ningún pudor delante de niños, que le encantaba "como les rebotaban las tetas". Sin embargo, el 30 de marzo escribió Y así le salió la niña, un artículo que critica a la hija (mayor de edad) de la consejera de Salud Marina Geli, que se sacó fotos provocativas para la portada de FHM. Geli, que creó una página web de educación sexual para jóvenes, dónde se promueven prácticas como la masturbación o el sexo oral, se explican métodos anticonceptivos y se incentiva a los adolescentes a tener relaciones sin sentirse presionados y completamente seguros, fue insultada hace no mucho en otro programa de television, si no me equivoco, de la misma cadena que en el que participó Sostres. Se la trató de puerca, zorra y guarra por enseñarle a cuidarse en el sexo a los jóvenes.  Y Sostres dice en su entrada de blog, que por eso la niña le salió así, "con poca ropa y practicando toda una serie de posturas seguramente aprendidas de las siniestras enseñanzas de su madre. De hecho, lo que más morbo da de estas fotos no es tanto la niña sino pensar en todo lo que ya sabe hacer gracias a los consejos maternales.
Cualquier madre normal se sentiría horrorizada viendo a su hija posando en ropa interior y con expresión precoital en la cara y en las piernas; aunque de todo modos los socialistas son tan bestias que hacen pasar su sórdida ideología incluso por encima del natural amor materno". De esta frase concluyo que, él debe haber seguido los consejos de Geli y de su asquerosa página web, mientras veía las fotos de la jovencita de carnes turgentes, pero como Geli es de izquierdas, y él de derechas, queda feo admitirlo. El amor, solo con las de Nuevas Generaciones del PP.

martes, 5 de abril de 2011

Nos quedamos sin aeropuerto

Paquito y Mafias, festejando sus gilipolleces divertidas
Hace unos días se inauguró la gran infraestructura de Castellón: un aeropuerto. Con la particularidad de que es un aero (de aire) y puerto (de puerto) sin aviones, sin permiso para la navegación aérea y sin compañías dispuestas a aterrizar ahí.
"Lo que nos diferencia a los valencianos es que no nos hemos resignado nunca, ni hemos esperado a que hagan las cosas por nosotros" fueron las palabras de Paquito (Camps, por si alguien no lo sabe). Declaración desafortunada, teniendo en cuenta que ante una estupidez de tal magnitud como un aeropuerto cuando, a una hora del mismo, se tiene otro hecho y derecho, hace que, en verdad, lo que haya dicho el Presi fue "lo que nos diferencia a los valencianos es que somos cabeza dura, y hacemos las cosas y gastamos millones aunque no sirvan para nada".
Porque fueron nada más que 150 millones de euros que, aunque no había aviones, se podrían amortizar con las supuestas visitar que se iban a hacer. Pero la Junta Electoral le ha quitado la idea loca del a cabecita a Mafias (Carlos Fabra, para los amigos), y ha decidido que nadie que camine sobre sus dos piernas podrá pisar el aeropuerto hasta el momento en que sea para subirse a un avión.
Apenas 12 personitas fueron en las pocas horas que estuvo vigente la visita ayer, y aproximadamente cien millones de periodistas y gente de Seguridad. Pero en Facebook se hizo una convocatoria para celebrar una fiesta rave inaugural el 24, y ya somos (me incluyo) 15 mil. Juan García Salas, director de aerocas, dijo que la suspensión de visitar significa que "tampoco pueden venir los del botellón". Todo para evitarse las molestias de limpiar después la mugre.
Así que ahora, el aeropuerto no es ni para los aviones ni para las personas, y las gilipolleces, al final, las terminó diciendo Fabra.



Hoy, hace 17 años que murió Kurt Cobain. Podrá no gustarte, pero sin él, la música terminó de morir. "They laugh at me cause i'm differtent, I laugh at them cause they're all the same"


lunes, 4 de abril de 2011

El agua de Japón, la nenita de Facebook y las acciones de Telecinco

El mundo no deja de asombrarme. Dos fueron noticias, otra, valoración personal. Pero los tres hechos me dejan perpleja. 
Primero que nada, el domingo me apareció como sugerencia de amiga, una niña de no más de 10 años que se saca fotos provocativas, ha tenido más novios que yo en toda mi vida, y al último lo dejó porque ella "lo ama, pero no sé si él me ama a mí". Tal vez suene como si yo hubiese sido una santa, pero la verdad es que mi época de diabluras comenzó mucho después de los 10 años. A esa edad, sabía cómo se hacían los bebés, pero me parecía asqueroso, y los novios que tenía servían para darle piquitos. Jugaba a las muñecas, y quería ser mamá en un futuro, pero nada más. No me planteaba lo que era el amor en pareja, y mucho menos soltaba frases de ese calibre que son más típicas de mujer complicada a lo Bridget Jones que de niña que aún debería jugar con las Barbies. Sobre las fotos provocativas, no estoy de acuerdo en que nadie se las saque para el ámbito público (en privado, es otra cosa), pero si tiene que ser, al menos, que sea mayor de edad. Ya no lo digo por mi moral, que debe estar quedándose antigua, sino por la dignidad de la niña, pero también por su protección. ¿Cuántas personas desviadas mentales tienen el mismo acceso que yo a sus fotos, y podría terminar el asunto mal? Extorsiones, violaciones y demás son un plato bastante común hoy en día para unos niños cada vez más expuestos al maravilloso pero al mismo tiempo aterrador mundo de Internet. 
Y siguiendo con otra señorita, con la princesa del pueblo, que no conozco ni quiero conocer, pero que, por una vez, protagonizó una noticia que me interesa. El dicho de que tiran más dos tetas que dos carretas están a punto de cambiarlo en Telecinco por el de tira más la Esteban que las tetas de cualquiera. Porque parece ser que si esta buena mujer anuncia que se va a darle el pollo a la Andreita en privado, sin amenizarnos la tarde del Sálvame, los numeritos de Telecinco en la Bolsa caen en picado, y los ejecutivos se agarran la cabeza (y con las dos manos). 
Ya que están de moda los cisnes, y mejor si son negros, esto es lo que, en jerga económica, es Belén Esteban. La Sexta Noticias informó que, el 21 de mayo, que se tomó un descansito de su trabajo, las acciones del grupo bajaron un 2,19%. El 2 de octubre, un 1,67% tras uno de sus arrebatos de me voy, y "olvida mi nombre, mi cara...". Eso se volvió a repetir el 7 de marzo (con una caída del 1,85%). Y la gran caída fue en marzo, cuando el valor de Telecinco descendió un 4,85%, nada más ni nada menos. Impresionante el atractivo de esta mujer, y más impresionante aún es que yo no se lo haya encontrado todavía.
Por último, Japón decidió hoy empezar a tirar toda esa agüita contaminada de Fukushima (que parece que de poco sirvió para enfriar) al océano. Un total de 10 mil toneladas que, según dicen, tienen un bajo nivel de radiación. Cabe destacar que los niveles de radiactividad detectados en las aguas cercanas a Fukishima son miles de veces más altos que el límite legal.
Esta parece ser una razón más para crear una nueva guerra, dónde los pronucleares se van quedando sin argumentos de peso para considerar beneficiosa este tipo de energía frente a otras energías como las renovables y naturales.
Como me dijo mi padre el otro día: inventamos cosas que después no sabemos cómo usar. Esa es, la energía nuclear: una cosa interesante, importante, peligrosa, que hay en todos lados y frente a la cual no sabemos muy bien cómo reaccionar.