Política, economía, sociedad, amor, vida y muerte. ¿Algo más? También.

martes, 24 de mayo de 2011

Leyendas urbanas (parte I): el Polybius

Capítulo titulado Please Homer, don't Hammer 'Em's de la temporada 18

Todos hemos jugado a videojuegos. Desde Play Station, XBOX, Nintendo Wii, DS (y todas sus versiones, hasta en 3D), pero también, todas las personas con una edad considerable (un poco más que mayores de edad) hemos podido disfrutar de lo que yo llamaba de niña como maquinitas. Es decir, grandes aparatos que se encontraban en sitios especializados para eso o en algún lugar suelto, y en los que se podía jugar a cosas tan emocionantes como el Mortal Kombat o al Wonderboy (mi preferido), aquel señor con taparrabos que tenía algunas similitudes con el juego del fontanero Mario y su buen hermano Luigi.
Esta es, tal vez, la leyenda urbana más geek/freaky, y la teoría conspiratoria más extraña de todas: la historia del Polybius, ese videojuego maldito que creaba adicción a la par que ataques epilépticos, terrores nocturnos, intentos de suicidio y otras bellezas de una mente trastornada.
Este videojuego arcade fue lanzado en 1981, y poco tiempo después desapareció sin dejar rastro, incluso, no se ha podido probar que alguna vez haya existido realmente (por eso, es una leyenda urbana).
Dicen que el juego comenzó a circular por los suburbios de Portland, en parte de Oklahoma y en el norte de California. Estaba fabricado por la empresa llamada Sinneslöschen, en teoría en alemán "pérdida de los sentidos", (aunque a mí en el traductor de google me pone "significado claro") y programado por Ed Rottberg, y se dijo muchas veces que esta compañía era parte de una organización secreta del gobierno o de un nombre en clave de la conocida empresa Atari. 
Nada más simple que el concepto de una nave que dispara a una serie de enemigos desarrollado con una temática tipo puzzle, siendo especialmente importante el hecho de que la nave no se movía con el mando, sino que la pantalla rotaba alrededor de la nave. Nada en especial, en principio, excepto por las impresionantes mejoras a nivel de gráficos, que incluía colores vivos, efectos lumínicos y buen sonido. 
Como muchos otros videojuegos, generó adicción, pero también repulsión a medida que las personas jugaban más y más. Muchos de los que dicen haber jugado al Polybius no han podido jugar a otro videojuego en su vida. Y ahí comienza la parte interesante: combinaciones de luces y gráficos estroboscópicos, mensajes subliminales, mareos, convulsiones, vómitos, pérdidas de memoria, alucinaciones, ataques epiléptivos y terrores nocturnos. 
Caras fantasmales que recorrían la pantalla y mensajes del estilo "kill yourself", "no imagination", "no thought", "conform", honor apathy", "do not question authority" o "surrender" entre otros. Algunos incluso escuchaban lamentos y voces entre los sonidos del videojuego, como voces femeninas que decían "¿por qué me haces daño?". Para más rarezas, las personas que dicen haber jugado, han ido perdiendo la memoria progresivamente, y hoy en día ya no recuerdan nada del juego. 
Los hombres de negro, y no creo que fueran los de la película, al cerrarse los salones, hablaban con los dueños y tomaban notas sobre la cantidad de gente que había jugado y los efectos que provocaba. Incluso, muchos dicen que eran los encargados de manejar el menú de opciones, donde se encontraban parámetros como pesadillas, terrores nocturnos, amnesia, alucinaciones y mensajes subliminales, hasta incluso la opción de "muerte". 
Como siempre, al morir una persona, las cosas se acaban, y así fue como desapareció Polybius: por la muerte de un joven que sufrió un ataque epiléptico mientras jugaba, cosa que no dudo, ya que los gráficos eran bastante estridentes y sin lugar a dudas podían hacer daño (como otros videojuegos) a personas con este tipo de lesión cerebral.
La historia vio la luz al salir Tempest, un videojuego de Atari de temática similar. Muchas personas han afirmado tener un ROM del juego, pero que no pueden mostrarlo a nivel público, lo que deja en la nada todas las teorías conspiratorias. 
La empresa que lo fabricó tiene una página web en la que un grupo de programadoras, basándose en la información recopilada a lo largo de los años, ha decidido reconstruir el juego de forma "idéntica" al original (y hasta puede descargarse). Incluso se pueden activar los efectos más peligrosos, protegidos por una clave (que tengo y no daré, por las dudas).
Yo jugué, con todos los efectos activados, y vi lo que tenía que ver: un juego psicodélico, que marea, que da dolor de cabeza después de jugar una hora (como todos, creo yo), y que luego de jugar me acosté a dormir la siesta perfecta y tranquilamente. Al otro día fui a un examen, y no había perdido la memoria. No sufrí ningún trastorno más que un simple dolor de cabeza porque los colores son muy fuertes y se mueven muy rápido las cosas, además de que suelo marearme con muchos videojuegos. Los mensajes subliminales, efectivamente, aparecieron, pero no me voy a matar porque un videojuego me diga que lo haga. Ni vi fantasmas, ni escuché voces y lamentos, ni tuve pesadillas. No me volví adicta, la verdad el juego me pareció tonto y aburrido. Y tampoco lo odio, es eso: un juego aburrido. No sé si el juego existió o no, pero al menos, lo que circula en la red es una tontería grande como una casa.  


Fuentes: Wikipedia, neoteo.com, scenebeta.com, Taringa, ionlitio.com y http://www.sinnesloschen.com

jueves, 19 de mayo de 2011

Los mercados no se autorregulan

El que inventó el capitalismo debe estar revolviéndose en su tumba. Muchos años después, leyendo los apuntes de Periodismo Económico, una alumna lee "descubrieron que los mercados no se autorregulan". Así fue, las últimas crisis económicas han demostrado que una de las bases del capitalismo no se cumple. Los mercados no se autorregulan, las crisis son cíclicas y cada vez más seguidas, y nosotros, cada vez más cornudos.
Cada crisis económica ha traído consigo problemas sociales: la del 29 precipitó la Segunda Guerra Mundial, y una destrucción, hambre y miserias tan increíbles que tuvimos que "reconstruír" el sistema. La del 73 nos desmanteló el Estado de Bienestar por el que tanto habíamos trabajado, y nos dejó despojados de algunos derechos, aumentó las desigualdades, y nosotros seguimos confiando en un sistema que cada dos por tres nos dejaba tirados. Es como si alguien decidiera cruzarse España en un coche al que le cuesta arrancar, consume mucha gasolina y no tiene frenos. Y esto no es una comparación simple y sin sentido.
El problema de las crisis económicas es que ganan unos, explota todo, y cuando hay que solucionar las cosas, las soluciona el trabajador, el pobre, el proletario con el sudor de su frente, y el pan que debía conseguir con ese sudor, va a parar a pagar deudas que nadie les explicó de un dinero que desapareció y nadie sabe donde está. Y esa subida de impuestos, esa salud ya no pública, esa inflación, esas dificultades para hacer las cosas más simples, como comer, tener un hogar y pagar el transporte para ir a trabajar o estudiar, que parece que van a durar un tiempo, unos años, hasta que las cosas vayan mejor y la deuda haya sido paga, no vuelven más. La gente se acostumbra cada vez a vivir con menos en un mundo en el que somos especialistas en construir más y más y destruir más y más lo natural. Hace siglos, la gente se moría de hambre porque no tenía la maquinaria necesaria para cultivar, pescar y cuidar de los animales más y mejor, tenían casas peor construidas por la misma razón, y lo mismo con la ropa. Hoy podemos hacer casi todo: curamos enfermedades, y estamos inventando un escáner que puede clonar órganos. Y sin embargo, mucha gente se muere de hambre, no tiene dónde vivir ni con qué abrigarse.
Gracias a los mercados, vivimos en un mundo en el que hay de todo, pero en el que muy pocos pueden vivir dignamente. Y cada crisis que pasa, nos quitan cosas, y cada crisis que pasa, esperanzados de volver a tener lo que perdimos, renunciamos a todas esas cosas que en una época no tan lejana habíamos conseguido.

miércoles, 18 de mayo de 2011

La rebelión tardía

Los españoles han dicho BASTA. Y aunque dicen que más vale tarde que nunca, la rebelión ha sido un poco tardía. 
Nunca es mal momento para protestar, y al fin y al cabo, la protesta no está tan mal planteada, previa a unas elecciones. ¡Democracia Real YA! se nutre de la misma fuente que lo hicieron las revoluciones en el mundo árabe, la revolución de la información de Wikileaks y otros fenómenos convulsos de nuestra reciente historia. En este mundo, cada vez más, si uno no tiene Facebook y Twitter, no existe, y el proletariado ni siquiera puede revolucionarse... si esto lo hubiera sabido Marx...
Personas, no jóvenes, como nos quieren hacer creer todos aquellos a los que nos les sirve que esto siga, esos que dicen jóvenes por la sencilla razón de que los jóvenes siempre somos unos vagos, unos quejumbrosos y unos tocapelotas. Personas reunidas en Madrid, Barcelona, Valencia y otros sitios, piden una democracia real, ni un bipartidismo, ni corrupción, ni presidentes que se olviden de la gente, ni crisis...
A pesar de que esas mismas personas incompetentes que temen al pueblo con poder dicen que es un movimiento que fomenta el voto en blanco o nulo (lo cual sería un grave peligro, porque solo lograría que la situación quedase igual que ahora: los convencidos ultra fanáticos seguirían votando a su PP o a su PSOE), la verdadera democracia que piden no es esa.
Valen todos los descalificativos del mundo cuando estamos en contra de alguien o algo, porque es muy fácil criticar y muy difícil hacer. La vergüenza de este país es que los que tienen el poder de hacer temen escuchar para tener que trabajar por alguien que no sean ellos mismos. Por eso, tildan de antisistema, como si eso fuera malo, tildan de violentos, de no tener las cosas claras. 
Del otro lado, solo encontramos a cientos de personas que saben que la situación no puede seguir así: algunos lo saben más, porque han aprendido más de la vida, de los libros, de la observación directa de la realidad, otros lo presienten con sus mentes tan poco versadas. Tienen un objetivo único: vivir mejor, lo cual no implica recortes sociales, salud pública copaga, estudiar sin becas pero tampoco sin posibilidad de encontrar un puesto de trabajo para mantener los gastos universitarios, trabajar hasta el día de tu muerte y después también...
Sé que tal vez, decir esto es arriesgado. Me gustaría que estos años, esta crisis, estas violaciones de los derechos humanos sin fin y cada vez más extendidas a lo largo del mundo, esta balanza siempre a favor de los pocos que se pasean con traje entre miseria, sea el principio del fin de un sistema político y económico que se nos está quedando chicos. 
El fin del capitalismo, de la democracia, del Estado-nación, de los territorios delimitados, de las diferencias de clases. Como en su momento se acabaron los regímenes feudales, los imperios, el colonialismo, la monarquía, porque la gente había dicho BASTA, espero que la gente entienda que no podemos seguir así. Que el dinero no lleva a ningún otro sitio que a la avaricia de unos y al hambre de otros, que los cargos políticos pierden a los hombres en el poder que tan bien describe Tolkien, que la "identidad" que decimos tener y que nos diferencia de otros solo logra eso: diferencias y división. No solo unos pocos, como en el caso de España, y no solo un país aislado, como en Egipto o en Islandia. Todos, el mundo entero, debemos decir BASTA a un sistema que se nos queda chico, que nos ahoga, que nos reprime, que busca atontarnos y entretenernos para no juzgar, no criticar, no pensar. Digamos ¡BASTA!

jueves, 5 de mayo de 2011

Yo tenía ocho años, y no sabía nada sobre el amor. Estaba muy lejos de los conceptos que tiempo después empecé a manejar. Podría haber sido raro, pero no lo fue. Lo tomé con una simple curiosidad que a ratos me carcomía. Pero no dejaba de ser una bonita sensación que, a medida que aumentaba mi edad, permanecía más tiempo en mí. En mi sueño con el hombre misterioso, a quien veía, escuchaba, olía, rozaba, sentía perfectamente, y de quien luego solo recordaba sus ojos, era feliz. No era yo, o tal vez sí. A veces veía la situación desde mi cuerpo, otras tenía unos segundos para contemplar la escena desde fuera. Me acuerdo de mi edad en el primer sueño: 24 años. 
Ese era el hombre que me acompañaba en el camino, con la promesa del amor más sincero y real del mundo. En cada pequeño gesto se reunían demasiadas cosas, algunas que logré entender cuando mis emociones se desarrollaron: cariño, comprensión, complicidad, pasión, alegría, armonía, amor, calma, sinceridad, autenticidad, dulzura, simpleza, calor... tantas cosas que parecen complicadas, y sin embargo, en el sueño eran simples de conjugar.
El sueño se repitió a lo largo de los años. No pasaba nada extraordinario: no era la boda, no era el nacimiento de un hijo, ni la luna de miel... a veces estábamos en un parque, otras, caminando por la calle, dirigiéndonos al super. Una vez, la última vez, hace poco más de un año, abríamos la puerta de una casa, de nuestra casa, y entrábamos al recibidor. Hoy me río, porque hace no mucho, él me dijo me gustan los muebles de madera, y justamente eso había, junto a un espejo enorme, en esa casa.
Justamente esa vez, y aunque cuando desperté, como siempre, no recordaba su cuerpo, supe que lo había tenido enfrente de mí: era ese hombre que había logrado ponerme nerviosa la primera vez que nos vimos, por una decisión que llevó una milésima de segundo y entrar en un ascensor. Era la persona que más rápido se había ganado mi reservada confianza, y quien, alguna vez dijo y le dije, al poco tiempo de conocernos, que me era familiar. Era con quien siempre tenía tema de conversación, y con una persona que, a los pocos meses de conocerlo, me pasé horas en un Peugeot, mirando el mar sin apenas hablar, empachados de helado, y sin sentirnos incómodos. Y ahí comprendí todo...
Hace muy poco que estamos físicamente juntos, pero hace muchos milenios que tu alma está con la mía. Hoy se cumple una fecha, escrita por nuestras vidas mortales, como el comienzo de algo que empezó mucho antes. Hoy, como casi todos los días, te lo digo y te lo amplío: me haces muy feliz. Contigo siento cariño, comprensión, complicidad, pasión, alegría, armonía, amor, calma, sinceridad, autenticidad, dulzura, simpleza, calor... y muchas otras cosas, difíciles de expresar con palabras.

lunes, 2 de mayo de 2011

Los hombres que festejaban la muerte

En teoría, Estados Unidos ha eliminado a Osama Bin Laden, un terrorista que se viene buscando hace mucho más de diez años (pese a lo que haya dicho una periodista en Cuatro). Después, contra todo pronóstico, lo han tirado al mar, y nadie sabe más de él.
Un final extraño para una de las personas más buscadas, incluso por Jack Bauer en 24, en los últimos tiempos de este mundo revuelto. Cuarenta minutos, cuatro hombres y una mujer muerta, inexistentes frente a la ida a otro mundo de un personaje tan importante como Osama. Todo sucedió en un complejo residencial de Abbottabad, que Google se encarga de mostrar en sus mapas. Pocas personas hicieron falta para aniquiliar de un tiro en la cabeza a uno de los hombres más escurridizos para el gobierno yanquee.
Según dicen, han tratado el cuerpo de acuerdo con las costumbres islámicas, pero nadie sabe más. Ahora solo queda reforzar la seguridad y esperar el ataque. Mientras... a festejar.
Cientos de personas, tal vez miles, salieron a las calles en Washington y Nueva York, con banderas, con alegría... alegría por la muerte. Cuando yo, y espero que muchos otros, no se enorgullezcan de esta acción, si al final resulta que es verdad que está muerto. ¿De qué sirve matar a Bin Laden? Muchos otros siguen sus pasos, hay más terroristas, muy inteligentes y capacitados, que pueden hacer volar el mundo entero. Hay muchos locos sueltos, y la muerte de uno solo despierta la ira de los demás. El cambio no debería hacerse con balas. Y mucho menos, se debería festejar. 
Google Maps

Como todo criminal, Osama Bin Laden debía ser enjuiciado y llevado a la cárcel, y probablemente, debería estar allí hasta el día que Dios (el suyo, el mío, o el de quien sea) se lo llevase consigo. Pero nadie tiene el derecho de matar a otra persona, ni siquiera a Osama Bin Laden. Y menos, sabiendo que esta acción puede conllevar graves consecuencias: ¿la vida de Bin Laden por las vidas que se pueden cobrar algunos locos en cualquier momento, a modo de venganza? Prefiero el juicio adecuado.
Yo sigo esperando, porque no me importa ya si Bin Laden está muerto o no, sino las consecuencias.
Ojo por ojo, diente por diente. 



"Antes de ir señalando con el dedo, asegúrate de tener las manos limpias" (Bob Marley)