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miércoles, 27 de abril de 2011

El bendito día que decidí ser periodista

Yo quería ser médico. De verdad. Siempre me llevé bien con la biología, y con 5 años ya sabía todos los huesos del cuerpo humano. Exactamente, neonatóloga o neurocirujana. Era algo que iba a decidir en otro momento. Pero, mis padres me dieron el don de escribir bien, una bonita voz bien entonada, una capacidad comunicativa demasiado precoz y potente (con 10 meses ya aturdía a la gente con mis frases insidiosas), la curiosidad por todo, el perfeccionismo y la autocrítica feroz, características propias de la mayoría de los periodistas (hay algunos que, por desgracia para los ciudadanos, nadie sabe muy bien qué hacen ahí). El insomnio aún no llegó, y aunque costó, las tazas de café (en mi caso con leche), a finales del penúltimo año de carrera, comienzan a ser mis aliadas cuando duermo cinco horas, como hoy. Espero no divorciarme, como dicen que suele pasar en esta profesión. 
Y así, un día, decidí que la responsabilidad de la vida de alguien en mis manos era demasiado grande, y descubrí que podía hacer otra cosa que me gustaba mucho: explicar a los demás qué pasa en el mundo, por qué pasa, y qué consecuencias trae. Eso es el buen periodismo. 
Sin embargo, bendito fue el día en que elegí esa profesión, y no otra. Si trabajar en un diario, revista, televisión o radio supone trabajar muchas horas, más de las permitidas por ley, nuestro futuro, el de los incipientes, es aún más negro: periodismo por Internet, la posibilidad de que a cada segundo haya algo para decir. 
No solo sufriremos por exceso de trabajo, sino que también sufriremos por exceso de mal trabajo, si esto no se regula. Es imposible que un solo periodista cuelgue unas veinte noticias al día, básicamente, porque no le da tiempo de asistir a todos los hechos, ni de escribirlos en condiciones. Así, se tira mano de noticias poco elaboradas y contextualizadas, de información de gabinetes que te cuentan lo que te quieren contar, y se llena una página a base de noticias pedorras que dudo mucho que a alguien le importen.
Y los profesores te consuelan diciendo que Internet lo único bueno que tiene es la inmediatez, y que el buen periodismo estará en los periódicos, dónde se harán análisis. Y yo me pregunto, ¿por qué no se puede hacer buen periodismo en Internet? ¿Es tan importante saber que hubo un incendio a 300 kilómetros al segundo de que los bomberos se enteran? ¿O es más interesante que, una vez apagado el fuego, se pueda colgar una buena noticia, que explique el incendio, los daños, se tenga la declaración de la persona a la que se le quemó la casa, si fue intencionado, la declaración de la Policía que atrapó al pirómano? ¿De qué nos sirve recolectar hechos y hechos desconectados, sin sentido, sin interés, pero inmediatos?
La tiranía de la inmediatez no solo hiere la profesionalidad del periodista, sino que también pone en peligro la libertad de información, derecho fundamental de todos los ciudadanos. Nos preocuparemos por tener la información antes que el otro, sin importar si esa es la información correcta, completa, y con todos los puntos de vista de los implicados. Sufriremos ante la pérdida del contrapoder ya tan mancillado de nuestra profesión, si no ponemos un alto a los medios de comunicación como empresa que debe generar beneficios. Tenemos que tomarnos en serio nuestro trabajo, porque lo importante es informar, no competir. Espero que alguien más piense como yo. Necesitamos una pequeña gran revolución. No hay que ser revolucionario desde la silla de tu Redacción, sino desde las posibilidades que tenemos, que son muchas más de las que creemos tener.

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