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sábado, 30 de abril de 2011

Un espectáculo de machismo e hipocresía

La Reina, las Damas y el Señor
Las Fiestas de Sant Pasqual, el patrón de la ciudad, se acercan, y Vila-real bulle de emoción. Como en toda Fiesta que se precie, hay reinas, hay pregones, hay ofrendas de flores. Y hay mujeres. Mujeres con largos vestidos adornados, zapatos de tacón, peinados y maquillaje. Mujeres ataviadas con joyas, porque ellas son joyas que brillan en la noche ante la atenta mirada de cientos de personas bien vestidas y repeinadas. 
La belleza se muestra, como en tantos otros concursos dónde aparecen mujeres, como plato fuerte de una mujer muda, acompañada del brazo de un hombre que la ayuda a subir unas escaleras, mientras ella sonríe y saluda al público que la aplaude. Una majestuosa celebración de la mujer florero, de la inutilidad hecha persona, del rimmel en exceso y de las flores no aptas para alérgicos. 
La hipocresía se viste de gala en una sociedad que se queja del maltrato a la mujer, del machismo en las condiciones laborales, pero que sigue considerando que en las fiestas de su ciudad o pueblo tiene que haber un grupo de jovencitas ataviadas con vestidos de época, que representen la frivolidad y la incapacidad de decir dos palabras seguidas.
La Reina de Vila-real tiene 18 años y estudia periodismo. Creo yo que capaz será, de vivir, pensar, sentir por ella misma. Por eso no entiendo que hace ahí, de la mano de un alcalde al que le llueven más quejas que alabanzas, que la sostiene firmemente para subir tres peldaños, quedar en lo alto, y cuando está bien arriba, no pronunciar una mísera palabra.
Esta sociedad hipócrita sigue buscando lo mismo: mujeres bonitas, vistosas y mudas. Sin capacidad de raciocinio, de iniciativa, sin autoestima. Porque es más fácil que una mujer que tenga la inteligencia que yo tengo, que no es mucha, pero que al menos me da para poder escribir esto.

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