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martes, 19 de noviembre de 2013

El voto es secreto y demás estupideces democráticas

Es algo habitual: estás hablando de política y siempre vas a encontrar dos personajes típicos: alguien que, en su afán por participar, quiere decir a quién va a votar, o de qué partido político es "hincha" -sí, hincha... el que profesa una cierta militancia por un partido en particular es hincha, los que cambian con el viento son simpatizantes-; y una segunda persona que lo calla con espanto alegando a una obligación -y no un derecho- en el que el voto es secreto.
Que en las democracias, para que funcionen medianamente bien, el voto se haya hecho secreto no significa que no le puedas contar a nadie a quien vas a votar, sino que nadie te puede obligar a que le digas cuál es tu partido de preferencia. Por lo tanto, si X en una conversación quiere decir sus preferencias políticas, está en su derecho. Nadie lo obligó, nadie lo coartó ni nadie lo incitó a votar otra cosa. Sin embargo, negándole la posibilidad de manifestar su opinión ante un hecho tan absurdamente democrático como que el voto es secreto, estamos cayendo en una ironía muy grande.
Pero debo decir que la democracia peca de otras estupideces, ya que es producto del hombre y su incesante afán de construir cosas que lo destruyan con agonía. Todo sistema político es imperfecto, porque fue creado por un ser con imperfecciones como el hombre; pero tal vez la democracia sea el sistema que mejor intenta ocultar sus problemas.
Las dictaduras son fáciles de analizar sabiendo un poco de psicología y simplemente analizando a nuestra propia familia. En todo grupo humano hay alguien con ganas de mandar: un déspota en potencia -o sin potencia- al que le gusta que todos hagan lo que él quiere, alguien que siente placer ante el hecho de creerse superior. A veces los déspotas tienen buenas ideas, pero dicen que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Si en ese grupo humano no hay ningún otro déspota, la dictadura funciona sin guerras ni roces, gracias al resto de seres que tienen una personalidad completamente diferente: hay gente que no nace para ser líder, sino que le gusta obedecer porque es menos complicado vivir así, a la sombra de otro y sin temor a equivocarse. Existen otras personas que se quieren tan poco que son capaces de cualquier cosa por un poco de afecto, algo que los líderes déspotas saben y aprovechan a su favor. Y por último están los líderes no déspotas, gente que tiene las ideas claras y que no las quiere cambiar, pero que no tiene el carisma suficiente como para reclutar gente bajo su ala. Esos son desterrados, en el mejor de los casos. La dictadura está compuesta por los grupos humanos más básicos, los que más abundan, y por eso es tan fácil que existan dictaduras en todos lados, en mayor o menor escala: desde una familia o un grupo de amigos hasta un país. Hay dictaduras de derechas, tal vez todos pensamos en el señor de bigotito cuando escuchamos esa palabra; también hay dictaduras comunistas que dicen buscar el bien del pueblo y en verdad solo llenan el vacío existencial del cabecilla. Y también hay dictaduras encubiertas de democracia, donde esta palabra es tan solo eso: una palabra. Hay muchas dictaduras porque es muy fácil ser dictador o ser que apoya la dictadura. Faltan tal vez más personas con ideales claros que no se dejen avasallar.
La anarquía también es un sistema fácil: cada cual hacer lo que quiere, como quiere. Es la prueba más clara de que Freud tal vez no estaba tan equivocado, ya que la mayoría de los movimientos anarquistas eran violentos y también tenían algo de sexual. El caos ordenado de la anarquía solo es posible de creer por unos pocos que aún seguimos siendo utópicos y soñadores, aquellos que guardamos la fe en la humanidad y creemos que la gente se va a comportar bien por el bien común. Más allá de esos pocos, la mayoría de los anarquistas suelen ser otro grupo poblacional común: los vagos.
La democracia, sin embargo, engloba a todos los grupos humanos: a los líderes, a los déspotas, a los dominados y a los vagos. Por eso es que tiene tantos fallos, porque es un sistema político que todos aceptan, y algo que una amplia mayoría cree bien -algunos porque les parece realmente bien, otros porque les parece los menos malo y otros porque les da realmente igual en el mundo en el que viven- no puede estar bien. El mundo está cómo está por creer que esto es una democracia, por crear algo que también es utópico y aplicarlo de formas tan diversas que solo pueden empeorar la situación aún más.
Las estupideces democráticas son tantas y tan variadas que parece imposible pensar otro sistema mejor. Y así estamos, viviendo en una democracia que todos vemos pasar y nadie quiere cambiar.

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